POR: Joel Samir Ichuta Huchani
Publicado el 26 octubre de 2019
Era un día nublado, Miguel
iba de camino al Cementerio General para cumplir la rutina dedicada en especial
al mencionado día. Él rezaba en las diferentes mesitas instaladas en cada
pabellón para luego pedir su ración por lo rezado. Hacía esto porque su familia
era muy pobre, el dinero que su padre ganaba apenas si alcanzaba para comprar comida.
Al
llegar al cementerio, empezó a rezar en las mesitas que tenía en frente y luego
pedía una parte de las masitas, frutas y dulces que en estas había. Todo el
cementerio rebosaba de creyentes de esta tradición y Miguel se calculaba volver
a casa muy rápido, con el morral lleno hasta rebosar de frutas, masas y dulces.
Se acercaban las cinco de la tarde y el morral estaba llenísimo.
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